miércoles, 25 de noviembre de 2015

FOBIAS


Las fobias son miedos irracionales y persistes a objetos, situaciones específicas o actividades, acompañados de un fuerte deseo de evitarlos. La persona tiene que reconocer que el miedo es excesivo en proporción con el peligro real que conlleva. Las fobias interfieren en la actividad cotidiana y provocan un alto malestar o sufrimiento en la persona que la padece.
Una de las teorías explicativas de las fobias es la que da importancia al Condicionamiento Clásico, en la que un estímulo neutro, se convierte en un estímulo condicionado, al asociarse con estímulos nocivos traumáticos,provocando una respuesta de miedo. Por ejemplo, un día vamos paseando cuando vemos un perro (estímulo neutro) que se acerca corriendo hacia nosotros y nos muerde (estímulo incondicionado, nocivo traumático), cada vez que veamos un perro (estímulo condicionado) nos dará miedo y correremos (respuesta condicionada, se ha asociado ver un perro con que te muerde).

Dentro de los trastornos por ansiedad, los tipos más comunes de fobias especificas son: 
-De tipo animal, como a serpientes, perros,etc.
-De ambiente natural, como a tormentas, agua, alturas, etc.
-De tipo sangre/inyecciones/sufrir daños.
-De tipo situacional como subir en ascensores, aviones, espacios cerrados, etc.

Hay varias formas de trabajar las fobias en terapia:
- Técnicas de relajación para bajar los niveles de ansiedad.
- Tratamientos conductuales basados en la exposición (en vivo y en imaginación).
- Estrategias cognitivas, en las que se intenta encontrar los pensamientos ansiosos y buscar las alternativas.

Un tipo de terapia que es muy eficaz para el tratamiento de las fobias el la Terapia Racional Emotivo Conductual en la que se busca la creencia irracional que nos perturba y la cambiamos por una creencia racional, a través de una serie de pasos.






sábado, 21 de noviembre de 2015

Violencia de género en la adolescencia ¿Cómo detectarla?


La violencia de género en la adolescencia, por desgracia, es cada vez más frecuente en nuestros días. La educación desde las familias es imprescindible en la prevención de la violencia de género. Las familias pueden prevenir y darse cuenta de las situaciones de riesgo que viven sus hijas, y a su vez, trabajar en la educación no sexista de hijas e hijos. Al mismo tiempo, son un referente dentro de las relaciones de pareja: hijos e hijas van adquiriendo pautas y modelos afectivos que van viendo a su alrededor, por tanto, la relación de pareja que han observado en sus entornos más cercanos es importante. Son las formas de comportamiento, comunicación, afecto y respeto, las que van formado sus ideales afectivo-sexuales, no el tipo de relación o situación sentimental que vivan sus familias. 
Un aspecto importante a la hora de educar en igualdad y prevenir la violencia es no insistir en que nuestras hijas e hijos tengan pareja. No es extraño encontrar familias que comentan con sus hijos e hijas de 3 años la posibilidad de tener novia o novio: «Mi hijo es muy adelantado ya dice que le gusta una chica en la clase». Esto aparte de inculcar a niñas y niños la importancia de una pareja en sus vidas, les puede producir algún tipo de problemática futura en relación a definir su identidad sexual. Aquí lo que comenzamos como un juego o un comentario sin importancia puede traer consecuencia a largo plazo. En las edades adolescentes es donde, con mayor grado, se visibiliza esto, familias que preguntan a sus hijas e hijos «Oye, ¿te has echado ya pareja?». Frases como éstas, sumadas a la «seguridad» que en muchos hogares supone que una chica tenga pareja a una determinada edad, conducen a seguir perpetuando las relaciones de poder en las parejas jóvenes. 
Existen algunas diferencias sobre el significado que las familias expresan cuando hijas e hijos tienen pareja. Mientras que para una chica tener pareja produce en las familias una mayor seguridad («alguien la acompañará a casa»: el estereotipo de príncipe azul), para los chicos deriva en una mayor tranquilidad («si está con alguién estará más centrado»: el estereotipo de cuidadora) un ejemplo de la educación desigual de género. Esto, por supuesto, no se da en todas las familias, pero sigue estando presente en gran parte de ellas. Modificar los mensajes que damos a hijas e hijos, repensando lo que éstos producen, es el primer ejercicio para prevenir y evitar situaciones de riesgo.

¿Cómo puedo darme cuenta de que mi hija puede estar en un relación de riesgo?

Entre los indicadores que podemos tener en cuenta, aunque existen otros tantos que no son muy comunes, podemos encontrar: 

   -Se muestra más irascible. 
   -Hace tiempo que no ve a sus amigas, o se relaciona menos con ellas. 
   -Está todo el tiempo con la pareja. 
   -Ha cambiado su forma de vestir, ya no usa la misma ropa. 
   -Su nivel académico es menor que antes. 
  -Su comportamiento en el Centro Escolar es diferente y el profesorado comenta su cambio de actitud en clase. 
   -Está muy centrada en el móvil, el Messenger, el Tuenti… y otras redes sociales de Internet, pero sobre todo con su pareja. 
   -Antes iba a actividades de ocio, deporte…, pero desde que tiene pareja ha dejado de ir. 
   -Su autoestima es bastante baja. 
   -Su relación con la familia se ha deteriorado, ya no existe tanta confianza como antes. 

En estos casos debemos tener como objetivo ganarnos la confianza y comunicación con nuestra hija. Reprochar su comportamiento, su actitud o dejarnos llevar por el miedo puede provocar un rechazo por parte de la adolescente que puede ser contraproducente. La prohibición de ver o seguir con esa persona que «no nos gusta» puede ser una solución equívoca en estos casos. 
Es importante cuando se observen estos comportamientos, buscar ayuda especializada.

Fuente: Instituto Andaluz de la Mujer • Consejería para la Igualdad y Bienestar Social • JUNTA DE ANDALUCÍA   

viernes, 20 de noviembre de 2015

Como detectar la violencia de género

El día 25 de noviembre es el Día Internacional para la eliminación de la Violencia contra las Mujeres y con la finalidad de sensibilizar y para concienciar a la población en general, se realizan campañas para la prevención y erradicación de la Violencia de Género.
Existen una serie de señales que indican violencia en la relación de pareja, señales que se manifiestan de forma sutil y que no hay que dejar pasar. Algunas de ellas son las siguientes:

    -Cuando mi pareja comenta que no mire a nadie que le entran celos. Los celos son una forma de inseguridad y posesión que nada tienen que ver con el amor. 
    -Cuando mi pareja empieza a contestarme mal, incluso con gritos, pero luego me pide perdón. Las personas no cambian porque nosotras queramos y seguro que antes ya me mostró esta violencia de otras maneras.
    -Cuando mi pareja comienza a mirarme el móvil y mis redes sociales y quiere saber todo sobre mis relaciones interpersonales.. No es porque me quiere más, es para tenerme más controlada.
    -Cuando mi pareja me recrimina que estoy todo el día estudiando y que no le dedico tiempo. Está obligándome a priorizarlo, y debo saber que en mi vida hay más cosas importantes que el hecho de estar siempre con mi pareja. 
     -Cuando mi pareja me chantajea para mantener relaciones sexuales cuando yo no quiero, diciéndome que si no lo hago se va con otra. Me está obligando a hacer algo que no quiero, que no deseo.
     -Cuando mi pareja me comenta que no puede estar una semana sin mí y que no vaya al viaje de fin de curso o al campamento de verano. Me está quitando mi libertad. 
     -Cuando mi pareja me comenta que esa falda tan corta no le gusta porque todos me miran, o que el escote que llevo es muy provocativo. Está obligándome a no utilizar algo que a mí me gusta. 
     -Cuando mi pareja comienza a hablar mal de mis amistades y no quiere que me junte con ellas. Es una manera de aislamiento y control.
     -Cuando mi pareja me llama varias veces al día, me manda varios mensajes al día, para saber qué hago, con quién estoy o cuándo nos vemos. Es una manera de control y posesión. 
     -Cuando mi pareja me dice que quiere estar siempre conmigo, que no le apetece mucho estar con más gente. Es una manera de controlar y poseer mis espacios y tiempos.

Cuando se detecta alguna de ellas, ya nos está indicando que la relación no funciona bien.

Fuente: Instituto Andaluz de la Mujer • Consejería para la Igualdad y Bienestar Social • JUNTA DE ANDALUCÍA 

martes, 3 de febrero de 2015

Meditar es bueno para el cerebro

La meditación es buena para el bienestar personal, en este artículo encontrarás algunos de sus beneficios para la salud

http://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20150123/54424664971/meditar-es-bueno-para-el-cerebro.html
MOTIVACIÓN DEPORTIVA.

En el ámbito dMotivación deportiva e la actividad física y el deporte la motivación ha sido siempre uno de los procesos psicológicos más estudiados por los investigadores, ya que, en muchas ocasiones, explica y justifica la iniciación, la orientación, el mantenimiento y el abandono de la práctica deportiva. De hecho, la adaptación del deportista a las situaciones de extrema dureza física y mental, el afrontamiento positivo de la tensión y la angustia que entraña la competición o, simplemente, las continuas renuncias que impone la práctica deportiva, no podrían llegar a entenderse sin hacer mención específica a este término.
La motivación viene a ser como el motor que permite al deportista “seguir adelante”, “sacar fuerzas de flaqueza ”y hacer frente a las múltiples exigencias de la actividad deportiva. Por ello, los entrenadores, técnicos y directivos intentan siempre que los deportistas estén altamente motivados, y éstos, a su vez, procuran motivarse al máximo para poder obtener el mejor resultado posible.
Puesto esto de relieve, podemos comenzar diciendo que el término es un vocablo que hunde sus raíces en el verbo latino moverse, que significa mover, un significado etimológico que nos da la primera pista para entender un concepto íntimamente ligado a un estado o proceso interno capaz de activar, dirigir y mantener la conducta hacia un objetivo. En efecto, en el ámbito de la actividad física y el deporte la motivación ha de ser considerada como el producto de un conjunto de variables sociales, ambientales e individuales que determinan la elección de una determinada disciplina deportiva, la intensidad en la práctica de la misma y, en último término, el rendimiento. Vallerand y Thill (1993), recuerdan que esta variable psicológica no es sino un constructo hipotético que describe las fuerzas internas y/o externas que producen la iniciación, dirección, intensidad y persistencia de la conducta.
Por otra parte, también se contribuye al esclarecimiento de este controvertido concepto cuando, afirmamos que la motivación es un complejo proceso que siempre muestra dos caras:
  1. La de impulso, referida a los componentes energéticos del proceso (cómo está de activado el deportista, cuánto esfuerzo emplea en conseguir un determinado objetivo, cómo la actuación se ve afectada si el nivel de activación es superior o inferior al adecuado, etc.)
  2. La de necesidad, relacionada con los componentes direccionales del mismo, es decir, con las metas y objetivos que se ha marcado previamente el deportista. De hecho, al considerar ambas vertientes (impulso y necesidad), el término no sólo se entiende mejor sino que también sirve de guía al especialista en la ardua tarea de tratar de regular la motivación de los deportistas, activando adecuadamente su conducta: (valor energético, de impulso) y orientándola (valor direccional, de necesidad).
En definitiva, pues, se puede decir que es un término global que se utiliza para definir el complejo proceso psicológico que determina la dirección y la intensidad del esfuerzo, un proceso marcadamente individual en el que influyen factores de diversa índole (biológicos, sociales, cognitivos, emocionales, etc.) que es aprovechado con relativa frecuencia para explicar el comportamiento de las personas cuando practican actividad física o deporte.
En concreto, la dirección del esfuerzo“ se refiere a si el sujeto busca, se aproxima o se siente atraído por ciertas situaciones” –por ejemplo, cuando un entrenador se inscribe y asiste a un cursillo de perfeccionamiento-; mientras que la intensidad del esfuerzo hace referencia “a la cantidad de empeño que una persona emplea en una situación determinada”– por ejemplo, un jugador de baloncesto que, aún no pudiendo entrenar los mismos días que sus compañeros, se esfuerza al máximo en cada sesión de entrenamiento.
Por decirlo de otro modo, la motivación, como cualquier otra variable psicológica, varía tanto a nivel interpersonal como intrapersonal, es decir, que difiere de unas personas a otras y puede alterarse en la misma persona, siempre dependiendo de las experiencias previas, de las circunstancias ambientales y del momento anímico en el que se encuentre el sujeto. De hecho, hasta en los grupos deportivos más cohesionados se pueden apreciar diferentes tipos y grados de motivación: unos deportistas practican deporte por el placer y la satisfacción que experimentan cuando aprenden algo nuevo, alcanzan un determinado objetivo o se sienten competentes; otros, en cambio, dependen de refuerzos externos tangibles como son el dinero o un trofeo, o intangibles, como el prestigio social y el reconocimiento público, para esforzarse en llevar a cabo buenas actuaciones deportivas.
Por ello, habremos de considerar que entre las funciones del psicólogo deportivo está el conseguir regular la motivación de los deportistas y lograr que todos los participantes gocen de un estado de ánimo óptimo a lo largo de toda la temporada.
La tarea es complicada, pero, “se pueden encontrar elementos que den estabilidad y que sirvan de base para que la actividad presente un carácter motivante (p.e., crear un clima de diálogo con los deportistas, tener un espacio adecuado para el entrenamiento, etc.)”
Artículo de Marta Martín sacado de "Revista de psicología Insight"